EL DIOS VERDADERO

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2025-10-13 03:00:00

Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. ¿Acaso dice y no hace? ¿Acaso promete y no cumple?


Números 23.19

Comparar a Dios con el hombre es disminuir al Señor en todos los sentidos. Como Creador y Todopoderoso, Él piensa, habla y actúa de maneras inconmensurables. El Todopoderoso tiene una respuesta inmediata para todo, incluso antes de que surja un problema. De Sus labios proviene la Verdad y la solución a cualquier dificultad. Cuando actúa, pone en acción Su poder, y nada puede impedirle hacer justicia a los necesitados.

El Señor no puede ser tentado por nada, porque Él es Dios (Santiago 1.13). Esto explica por qué podemos tenerlo como nuestro Ayudador tanto en momentos de debilidad, cuando el diablo intenta convencernos de hacer el mal, como en momentos de fortaleza, cuando nos sentimos tentados a pensar que podemos hacer cualquier cosa sin Él. Nuestra fuerza no es física ni proviene de la suerte; es Dios mismo quien se ofrece para ayudarnos a superar las crisis.

Cuando envió a Su Hijo al mundo, Dios quiso liberarnos del reino de la muerte. El Altísimo eligió a Su mejor, Jesús, para rescatarnos de la perdición eterna causada por el pecado de Adán. Al morir en la cruz del Calvario, Cristo pagó el precio más alto, derramando Su sangre pura e inocente, para que el diablo nunca más pudiera reclamarnos. Ahora, estamos verdaderamente libres de cualquier deuda o acusación (Colosenses 2.13-15).

El Hijo era el Verbo de Dios, quien cumplió las órdenes que el Padre dio al principio de todas las cosas, cuando se creó el mundo material. La Biblia dice: «En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Éste estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.» (S. Juan 1.1-3). El Verbo se hizo carne, y nació Jesús, Emanuel, Dios con nosotros, quien vino a salvarnos.

Por inspiración del Espíritu Santo, el apóstol Juan acuñó la frase que mostró al mundo al verdadero Dios, la Verdad misma encarnada (S. Juan 14.6). Cristo es el bendito Salvador que vino y un día regresará para rescatarnos de las ataduras del mal y llevarnos al Cielo. El Altísimo nos bendecirá, redimiéndonos de la caída eterna. Quienes aceptan a Jesús como Salvador y Señor reciben el poder de ser hijos de Dios (Juan 1.12).

Nunca dude de las declaraciones del Padre celestial acerca de usted. Hasta el día de hoy, no ha habido, ni habrá, una sola declaración Suya que no haya recibido la justa recompensa. En Cristo, tales promesas tienen el sí y el amén, para la gloria de Dios (2 Corintios 1.20). Al morir en la cruz, el Salvador hizo lo que debía hacerse; ahora, solo necesita recibir el testimonio del Padre que se encuentra en las Escrituras. De esta manera, la fe llegará a su corazón, y con ella vendrá el cumplimiento de lo dicho.

Cuando entienda que cierta promesa le concierne, créala, porque, en verdad, es el Padre confirmándola en usted. Luego, reclámela, determinando la salida del mal en su vida para que nunca más regrese (S. Juan 14.13). ¡Las revelaciones del Señor se cumplirán!

 

En Cristo, con amor,

        

R. R. Soares


La Oración de Hoy

  ¡Señor de la Palabra creadora! Prometiste enviar sanidad y salvación eterna a quienes creen en Ti. Al comprender Tus escritos, comprendemos que el Hijo no vino por casualidad, sino como la Respuesta del Cielo a la humanidad caída. ¡Te damos gracias!

Tú no eres hombre para que mientas, ni hijo de hombre para que Te arrepientas. Tu Palabra permanece para siempre en el Cielo, donde reina Tu amor y fidelidad. ¡Quienes Te escuchan y creen, inmediatamente triunfan en todo!

¡Háblanos, Dios! Enséñanos la Verdad y seremos liberados por ella. Jesús nos aseguró que quienes Te aman y guardan Tu Palabra serán amados por Ti y bendecidos en Ti. Además, se presentarán ante Tu altar para disfrutar de una nueva vida en Jesús. ¡Te damos gracias, Padre amado!