LLEVÓ CAUTIVA LA CAUTIVIDAD
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2025-10-30 03:00:00
Por lo cual dice: «Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres.»
Efesios 4.8
Jesús es el Salvador bueno y perfecto. Vino al mundo para pagar el precio de nuestra redención y regresará para llevarnos a nuestro hogar eterno. Esta obra realizada en nuestro favor jamás será revocada, y en el Día de Su regreso, comprenderemos profundamente cuánto le debemos al Señor. La Palabra dice que nada podrá separarnos del amor de Dios (Romanos 8.39). Por lo tanto, sabiendo lo que esta revelación significa para la humanidad, debemos compartirla con los demás para que no perezcan.
El pecado de Adán en el Jardín del Edén nos separó del plan de Dios, diseñado para durar para siempre. Sin embargo, cuando nuestro primer padre cedió a la tentación de la serpiente, entregó a la humanidad en manos del diablo, y así, la humanidad quedó cautiva. Este cautiverio convirtió la felicidad eterna de las personas en una maraña de maldad, conduciéndolas al tormento preparado para Satanás y sus ángeles. ¡Pero con Cristo hemos cambiado de dirección!
No fue tarea fácil para el Unigénito del Padre. Para que Cristo nos reemplazara y nos salvara legalmente, tuvo que despojarse de las prerrogativas eternas de Hijo, Heredero de todo, y hacerse hombre, para luego soportar los sufrimientos que nosotros padeceríamos (Filipenses 2.5-8). Jesús no cuestionó y fue hasta el final, soportando la afrenta del reino del mal. Fue una gran pérdida dejar Su posición, vivir como ser humano entre pecadores y ser crucificado. Sin embargo, ¡cumplió la misión!
Cristo tuvo que realizar la obra por completo, sin saltarse etapas. Al morir, fue solo al Infierno para despojar al diablo del poder que le había robado a Adán, con el que nos oprimía. Sin la ayuda de nadie, Jesús lo hizo en la cruz, tras recibir nuestros pecados y males. Cuando nuestros pecados fueron puestos sobre el Salvador, clamó: «Elí, Elí, ¿lama sabactani?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»). (S. Mateo 27.46b).
En ese momento, Cristo estaba siendo separado del Padre, experimentando la muerte espiritual. Al verlo con nuestras transgresiones, Dios tuvo que abandonarlo, pues, siendo la Santidad de la Santidad, el Fuego Consumidor, podía destruir a Jesús por nuestros pecados contra Él. Entonces, cumpliendo el plan divino, el Salvador dijo: —¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (S. Juan 19.30b). Así, murió físicamente a las tres de la tarde.
Jesús descendió solo al Infierno. Según Isaías, no había nadie con él: «He pisado yo solo el lagar; de los pueblos nadie había conmigo; los aplasté con ira,
los pisoteé con furor; su sangre salpicó mis vestidos y manché todas mis ropas.» (Isaías 63.3). Durante los tres días en el Infierno, el Señor triunfó sobre el enemigo. Ahora, el diablo no puede tocarnos (1 S. Juan 5:18). ¡Somos libres!
El apóstol Pablo habla de la obra redentora de nuestro Salvador por la humanidad: «Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.» (Colosenses 2.15). El versículo estudiado en este mensaje declara que Jesús no dejó la obra del diablo, la cautividad derrotada, allí en el reino de las tinieblas, sino que, al ascender al cielo, la llevó consigo (Efesios 4.8). ¡Aleluya!
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Dios de la obra completa! Tu Hijo Te obedeció hasta la muerte, incluso muerte de cruz, y esto Te agradó. Nosotros también queremos ser fieles a Tu Palabra. No dejaremos de servirte hasta el último momento. ¡Confiados cumpliremos Tu santa voluntad!
Gracias a Ti, Jesús destruyó las obras del reino maligno y se llevó consigo la cautividad ya deshecha, demostrando que esta monstruosidad nunca tiene poder sobre quienes se convierten y nacen de nuevo. ¡Estamos agradecidos por esta bendita obra!
Padre, enviaste a Tu Unigénito por amor a nosotros, y Él cumplió la misión que le encomendaste. Al reconocer el sacrificio de Cristo y recibirlo en nuestras vidas, el enemigo nunca más nos tendrá en sus manos. ¡Te damos gracias por los dones que has dado a Tu pueblo!
