Israel era como una mujer casada que se enamoró de un hombre seductor. Dios advirtió que Su pueblo corría peligro, pues, en cualquier momento, el amante lanzaría otra insinuación y todo el país sufriría. Quienes no resistan a la tentación se encontrarán en los brazos de aquel que jamás debería acercarse a la nación santa. ¡Lo mejor es vivir bajo el manto divino!

Los israelitas persistieron en el pecado, a pesar de las advertencias del Señor, quien les había mostrado que actuaban como personas cuyo carácter no correspondía al del pueblo elegido. Ahora, todo hijo de Dios que espera la segunda venida de Jesús ha sido tentado de diversas maneras. Por eso el Cielo viene en nuestra ayuda. ¡Tendremos muchas sorpresas cuando Cristo venga a buscar a Su Iglesia!

Cuando una persona está bajo tentación, no le importa la vida, ni siquiera si un ángel le habla, porque su alma está envenenada. Hay todo tipo de transgresiones que seducen a los salvos, y lamentablemente, los deseos carnales han prevalecido en la vida de muchos. No consideran las consecuencias de sus actos, a pesar de que el Señor les ha advertido de lo que pronto les sucederá. Hay que perseverar hasta el fin para ser salvos (S. Mateo 24.13).

Dios no teme la competencia de Satanás, el líder de los ángeles derrotados por Jesús, porque estos espíritus malignos no son nada y no tienen más poder que el Espíritu Santo. El diablo insiste en que dejemos de predicar sobre el inminente regreso de Cristo para que más personas se pierdan, pues cree que se beneficiará de su error. ¡Qué el Padre celestial tenga misericordia de los que viven en pecado!

Desde el principio, las fuerzas del reino de la mentira han intentado inducir a los seres humanos a dejar el camino del amor y seguir el del odio. Algunos han sido convencidos de no temer el castigo eterno, aunque finalmente no escaparán del lago de fuego y azufre. Cualquiera cuya conciencia lo acuse día y noche necesita librarse del pecado y buscar a Cristo, para ser liberado de las garras de aquel que solo sabe hacer el mal. ¡Cuídense!

El profeta Isaías describe a los ídolos de diversas maneras, pues no hay nada bueno en ellos. Fuera de la luz, todo es engañoso y no hay beneficio en ellos. ¿Cómo pueden los ídolos sin corazón ayudar a alguien? El diablo solo quiere destruir la vida de quienes los adoran. Por eso, el Señor le insta a acercarse a Él, ¡la verdadera Fuente de vida!

Regrese a la fe que experimentó cuando escuchó el Evangelio por primera vez. Recuerde: el enemigo no ayuda a nadie. Él quiere usarle por la eternidad para aliviar su sufrimiento, pues arderá día y noche en el fuego eterno. ¡Solo Jesús hará la obra que necesitamos!

En Cristo, con amor,

R. R. Soares