Es triste ver a las personas que dicen ser seguidores de la Palabra de Dios haciendo cosas que las alejan de Él. Adoran lo que no conocen sin que tuvieran idea de cómo llegar al Señor. Muchos pierden el tiempo con actos religiosos, tomando decisiones equivocadas que no los llevan a la presencia de Dios, por lo que siguen sufriendo. Tenemos un gran trabajo que hacer: ¡hablar de Cristo!

No solo por ser evangélicos podemos enseñar a la gente la Verdad. Aceptar a Jesús como Señor y Salvador y servirle fueron nuestras mejores decisiones. Sin embargo, necesitamos vivir la Palabra revelada, que seguirá ampliándose a medida que leamos la Biblia y meditemos en ella: La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto; (Proverbios 4.18).

La adoración mejora con una mayor comprensión de quiénes somos, de lo que podemos hacer y de lo que el Señor espera de nosotros. Cuando aprendemos nuestros derechos en Cristo, actuamos con claridad hasta nuestro último día en el mundo. Cuanto más sepamos adorar, orar y apropiarnos de las bendiciones de Dios, mejor nos irá. Al fin y al cabo, queremos ser vencedores en todas las cosas por medio de Aquel que nos amó (Romanos 8.37).

Podemos comparar la adoración de alguien que no conoce al Señor con la de alguien que se ha comprado un coche y no conoce las leyes de tránsito. Podrá ir a alguna parte manejando el vehículo, pero es probable que cometa algunas infracciones y, lo que es peor, que provoque accidentes con daños materiales y pérdida de vidas. Sin embargo, si aprende los conceptos básicos de la conducción, mejorará hasta convertirse en un buen conductor.

Los samaritanos se esforzaban por adorar a Dios, como aquella mujer que estaba en pecado y no se daba cuenta. Sentía que vivía fuera de la voluntad de Dios, porque reconocía que no tenía marido, pero vivía con un hombre como si fuera su marido. ¿Cuántas personas realizan prácticas equivocadas en el lecho conyugal, aunque estén casadas según la ley? Cuando surjan sospechas en su corazón sobre algo, pida al Señor que le guíe.

Muchas personas ceden a un determinado pecado aun sabiendo que está mal, porque en su familia siempre se ha considerado normal. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo les convence de que su comportamiento es antibíblico, deben pedir perdón y abandonar el error: Los alimentos son para el vientre, y el vientre para los alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. (1 Corintios 6.13).

Los que obedecen a Dios adoran lo que conocen. Fíjese, la salvación viene de los judíos, de la Palabra que les fue enviada, pero ellos la rechazaron: A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron. (S. Juan 1.11). Así pues, Israel se perdió el tiempo de la visita del Salvador. Pero Cristo ha venido, y quien lo reciba se convertirá en hijo de Dios (S. Juan 1.12). La vida está en Jesús, ¡recíbala ahora!

        En Cristo, con amor,

        R. R. Soares