El cristiano jamás debe mentir, porque debe ser semejante a Cristo, que es la Verdad (S. Juan 14.6). Nunca le confiese a alguien algo que no desea que lo sepa. Si una persona que no es de su familia le pide explicaciones, quédese callado. Algunos actúan como si estuviéramos obligados a responder cualquier pregunta simplemente por ser de Jesús. Dejemos a los entrometidos afuera; al fin y al cabo, nuestras acciones no les competen. Al no entender la fe, pueden difamarnos. Ser sabio agrada a Dios.

Pablo estaba comenzando su ministerio y tuvo problemas en Antioquía de Pisidia, ubicada en la actual Turquía. Predicaba en la sinagoga, pero los judíos lo envidiaban y querían matarlo. Entonces, convencieron a los principales de la ciudad e incitaron a algunas mujeres a poner fin a los forasteros que querían cambiar sus costumbres. Esta excusa se daba en todas partes, pero era una artimaña del diablo para paralizar la obra de Dios.

Fue hermosa la actitud del médico Lucas, que acompañaba a Pablo en sus misiones y registraba con precisión las maravillas del Señor realizadas en cada lugar a donde iba el apóstol. Sus relatos hicieron que el Evangelio fuera conocido: De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. (S. Juan 14.12).

Además de mostrar el panorama general del ministerio de Jesús en Sus días en la Tierra, Lucas narraba lo que sucedía en los viajes de Pablo, cuando se ministraba la Palabra, sin dejar de mencionar las persecuciones y amenazas. Las curaciones confirmaban las obras de Jesús entre las personas. Todos podían buscar al Salvador en esas reuniones y presenciar los mismos milagros realizados por Él cuando estuvo aquí.

Si Lucas no hubiera sido íntegro, al ver que algunas mujeres se levantaban para perseguir al apóstol, habría dicho que eran religiosas deshonestas, que no hacían nada bueno. Pero eso no era verdad. Ahora bien, si somos siervos del Todopoderoso, nunca mentiremos. Nuestra fe y nuestro amor a Dios se basan en el carácter del Padre. ¡Lucas declaró que ellas eran distinguidas!

La persecución contra Pablo y Silas fue intensa. Dios obró maravillas allí, pero, aun así, fueron expulsados. Sin embargo, eso no significa nada para quien cumple el llamado del Señor. Ambos salieron de Antioquía y fueron a Iconio, que estaba cerca. Al llegar, comenzaron a ministrar de la misma forma que en la ciudad de donde fueron expulsados. Dios estaba con ellos, y por eso tuvieron éxito en el nuevo lugar.

Aquellos que persiguieron a Jesús también nos perseguirán: Acordaos de la palabra que yo os he dicho: “El siervo no es mayor que su señor.” Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. (S. Juan 15.20).

En Cristo, con amor,

R. R. Soares