Cuando una persona escucha a tanta gente hablar y actuar al margen de la Palabra, al principio no soporta prestarle atención. Sin embargo, con el paso del tiempo, no le importa más esos asuntos y, sin darse cuenta, empieza a pensar en el mal que ha escuchado y llega a aprobar algunas aberraciones. El Padre declara: Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. (1 Pe 3.12).

La samaritana dijo que no tenía marido, pero omitió mencionar que estaba con alguien. Se había casado cinco veces, pero con el paso de los días surgieron muchas situaciones difíciles y sus sueños de ser una madre feliz desaparecieron. No hay pecado en casarse, siempre que sea en el Señor. La Palabra da la siguiente recomendación a través de Pablo: La mujer casada está ligada a su marido por la ley mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor. (1 Corintios 7.39).

En nuestra cultura, la decisión de unirse en matrimonio corresponde a los novios. Sin embargo, en los países donde son los padres quienes se encargan de ello, a veces la chica conoce a su futuro marido solo diez minutos antes de la ceremonia. Es interesante observar que el divorcio no es frecuente en estos países, porque las parejas respetan a sus padres hasta la muerte y son felices.

Si le pregunta a una mujer india, por ejemplo, si es feliz con el marido que conoció justo antes de casarse, le dirá que sí, y esta forma de proceder se transmite a las nuevas generaciones. Cada pueblo tiene su propia cultura, por lo que no se puede condenar a quienes actúan así. Los cristianos, en cambio, tienen la Palabra de Dios como norma de actuación.

Jesús aprobó la sinceridad de la samaritana cuando reveló que la persona con la que vivía no era su marido, pues no se había unido a él según las Escrituras. La Biblia dice que las autoridades del gobierno civil pueden celebrar el matrimonio de un hombre y una mujer, porque han sido ordenadas por Dios. Además, el ministro del Señor tiene el poder de realizar la ceremonia (Romanos 13.1-4). ¡Siga siempre lo que prescribe la Palabra y viva en paz!

La mujer dejó al Maestro con Sus discípulos y se fue a la ciudad a contar a todo el mundo que había encontrado al Mesías (S. Juan 4.28-30). Como tenía credibilidad, aunque muchos no la consideraran así -porque fue a buscar agua al pozo a mediodía en vez de por la mañana, cuando iban las mujeres casadas de buena reputación-, los hombres del pueblo la siguieron hasta donde estaba Cristo. ¡Cualquiera que tiene un encuentro con Jesús cambia de opinión sobre Él!

El Salvador también explicó que la persona que vivía con ella como si fuera su marido no lo era. Un dicho popular en Brasil dice: “Juntado con fe, se cree que casado es”, pero Dios guía de la siguiente manera: Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. (Hebreos 13.4).

        En Cristo, con amor,

R. R. Soares