Es de inmenso valor saber que Dios no es igual al hombre, sino que fue creado por el Señor para estar en Él y vivir con Él (Génesis 1.26,27). Somos los únicos con un cuerpo que resucitará de entre los muertos y un espíritu creado a semejanza del Altísimo (2 Corintios 5.1). Este proyecto divino solo se mostrará en el Cielo. Por eso, para no perder esta bendición, fuimos salvados de la perdición. Entonces conoceremos al Padre como Él nos conoce (1 Corintios 13.12).

Adorar es rendir homenaje a Dios y, guardando Sus mandamientos, no sufriremos el daño eterno. Tenemos que enseñar a los nuevos conversos a mantenerse firmes en su fe; de lo contrario, las invitaciones del mundo se interpondrán en su camino. Los que tienen experiencia en la fe y en resistir al demonio deben ayudar a los que se dejan engañar por el maligno cuando éste les pone delante sus tentaciones para destruirlos. ¡La acción firme de los fieles agrada a Dios!

La Palabra dice que los verdaderos adoradores no permiten que el diablo engañe a los recién llegados a la casa del Señor. De poco sirve seleccionar una serie de palabras para recitar ante Dios si hay hermanos que siguen al engañador. Debemos evangelizar para arrebatar a los perdidos del fuego (S. Judas 1.23), pero ellos pueden caer en la tentación de abandonar el camino, haciendo que nuestro trabajo sea en vano. ¡Ayudarles es esencial!

Para lograr el propósito con la samaritana, Jesús se desvió de Su camino, que era el más corto para llegar a Jerusalén, y llevó a aquella alma preciosa a comprender el plan de Dios. La Palabra dice que le fue necesario pasar por Samaria (S. Juan 4.4). Hizo lo mismo con los hombres de Sicar, y fueron al encuentro del Maestro. Con este acto, el Señor mostró cómo debemos adorar al Padre, sin decir palabras vacías, mientras hay tanta gente que perece en el pecado.

Jesús nos encomendó la misión de evangelizar el mundo: Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. (S. Marcos 13.10). ¿Glorificaremos a Dios con palabras hermosas, pero vacías de contenido, o iremos por el mundo, predicando el mensaje de la cruz? Debemos proclamar el amor del Señor, pues hemos sido hallados y comisionados como Sus fieles adoradores.

Adorar a Dios en espíritu y en verdad es nuestra misión más noble, y los que lo logren vivirán felices para siempre. Además de tener éxito en esta vida, alcanzarán la victoria plena en el Cielo. El rey David fue llamado «el hombre según el corazón de Dios», porque adoraba a Dios como Él quería. ¿Va a conformarse con lo que el Señor no ha planeado para su vida? ¡Levántese y haga la obra!

La reina Ester se preguntaba si debía o no hablarle a su marido, el rey Asuero. Entonces Mardoqueo, el tío que la había criado, le envió el siguiente mensaje:  Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?» (Ester 4.14). ¡Sea adorador!

        En Cristo, con amor,

        R. R. Soares